sábado, agosto 15, 2009

Los cristales y sus poderes

Desde hace un tiempo que ando coleccionando cristales, ya que siento que la energía que descarga mi marido es absorbida en su totalidad por mí y eso me afecta mi vida cotidiana, estoy más propensa a enfermarme porque me bajan las defensas, me siento muy ansiosa, muchas veces muy irritable y también decaída sin causa aparente. Por lo mismo los cristales irradian energía y purifican las emociones. Además porque no decirlo en pequeños detalles como aros y colgantes se ven preciosos. El año pasado comencé a usar algunos, pero uno era demasiado grande como para el diario y el otro me aburrió.
Hace unos días recibí de regalo un un colgante precioso, sin embargo faltaban los aros para hacer el juego, así somos las mujeres un poco caprichosas muy poco, pero lo somos. No faltó la ocasión en que aparecieron los aros de regalo, estaba muy contenta. Me los puse y de verdad se iluminó mi cara. Ese día partí a la casa de una amiga toda la tarde, lo pasamos muy bien y cuando regresé a mi hogar, me dí cuenta de la hora y comencé a acelerame para terminar todos los pendientes, entre ellos un queque con sucralosa para las colaciones de los niños. Comencé a batir rápidamente porque estaba cansada y lo único que quería era acostarme, lo puse al horno y me fuí a limpiar la cara como todas las noches y al pasar por la mejilla derecha me doy cuenta que me faltaba un aro. Por supuesto ocupé toda la logística para encontrarlo, había sido muy delicado el regalo y con mucho cariño, por lo tanto me sentía muy comprometida por haberlo perdido. Llamé a mi amiga en su casa para que también lo buscara, salimos a la calle a hacer el recorrido por si se me hubiese caído en el trayecto, saqué la basura por si acaso, agoté todas las posibilidades, pero no me daba por vencida. Hasta que el marido se empezó a agotar y me vió tan angustiada que me dijo paremos si aparece aparece y si no mala suerte. A veces sucede que los regalos tal vez no tienen ese importancia material, aunque la sentimental destruye y este era el caso. Sentía una pena horrorosa por lo descuidada, porque debía haberle puesto unos ganchos especiales. Aún no me rendía, saqué el queque del horno después de 40 minutos a 170 grados, lo empecé a partir cuando de repente se ve algo brillando, no lo podía creer era mi aro que estaba horneado y el cristal en perfectas condiciones, había un detalle el gancho no estaba y apareció entre medio de las aspas de la batidora . Menos mal que nadie se lo comió y no se rompió un diente porque eso sí que habría salido caro.